jueves, junio 30, 2011

Antecedentes de una izquierda nacional de los trabajadores (3)

La Izquierda Nacional de los Trabajadores (INTRA) asumió en su momento -por ahora de manera oficiosa- el concepto de autonomía histórica, pero éste, puntualizamos aquí, no puede consistir en negar las filiaciones del pasado, siendo así que ningún proyecto político ni, en general, ninguna obra humana, surge de la nada. Autonomía histórica significa que la organización no se considera deudora de ideología anterior alguna, que actúa con completa libertad a partir de una declarada apertura a la verdad racional. La INTRA puede hacerlo porque el respeto a la verdad, como acto ético, define el contenido mismo de su  política. Ahora bien, ¿existe algún antecedente histórico de la Izquierda Nacional de los Trabajadores INTRA? Sí, sin duda, aunque no se lo reconociera (por múltiples razones) de manera expresa. Y ese antecedente, que a título particular reivindicamos abiertamente como tal, es el del primer fascismo, el fascismo de 1919, el nacionalismo italiano de izquierdas fundado por un socialista que rompió, por primera vez, con la herencia judeocristiana en política de la misma manera (y gracias a) que Nietzsche lo había hecho en filosofía. Es en tanto que "fascistas" del 1919 que rechazamos el Fascismo. Porque, no nos engañemos, nosotros debemos rechazar y rechazamos el Fascismo, sin duda alguna, pero en calidad de tales "fascistas", no como antifascistas, en cualesquiera variantes del antifascismo que quepa concebir. Sólo condenando el Fascismo podemos seguir siendo nacional-revolucionarios de izquierdas y, por lo tanto, en algún sentido, de carácter espiritual, pero no político, podemos seguir siendo también "fascistas". El recuerdo de los 100 millones de personas exterminadas bajo la acusación de "fascismo" nos fuerza, por otra parte, a esgrimir orgullosamente un significante que será, a la postre, emblema de todas las víctimas inocentes e impunes de los grandes genocidios y crímenes de masas del siglo XX.

La INTRA aventaja en algo a los fundadores del fascismo, a saber: dispone de la inmensa obra de Heidegger para depurar la interpretación política de izquierdas que Sorel y el Mussolini socialista hicieran de Nietzsche, singularmente de los conceptos "muerte de dios", "voluntad de poder", "eterno retorno", "nihilismo" y "superhombre", ejes del pensamiento nietzscheano. Aborrecemos la lectura racial del Übermensch. Interpretaremos el holocausto, en sus dimensiones reales, no en las propagandísticas, como el resultado de la derechización y, por ende, recristianización del fascismo, cuyos efectos en Alemania no serán otros que la conversión del nacionalsocialismo en un proyecto antisemita. El motivo es que el nazismo se mira a partir de 1922 en el espejo de un fascismo ya adulterado donde el antisemitismo cristiano tradicional, en su formulación wagneriana, podrá adoptar un rol doctrinal decisivo; sumado su efecto al de otros factores que ya hemos tratado, "Wagner" conducirá así a Auschwitz. En otra entrada de la serie "Anotaciones preliminares sobre las causas del holocausto" nos ocuparemos de las consecuencias de este fenómeno para el "fascismo alemán" y el desencadenamiento de la llamada Endlösung (solución final).

El potencialismo, es decir, la reflexión de segundo grado (heideggeriana) sobre la herencia nietzscheana de la Wille zur Macht, el ewige Widerkehr  y el Übermensch posibilita la autoconciencia crítica de  fascismo y, por ello, fundamenta la autonomía histórica de la INTRA. Dicha autonomía no puede ser el resultado de una declaración, de un acto gratuito de voluntad o de un simple designio, sino de una trabajosa lucha por liberarse de las adherencias judeocristianas y conservadoras del fascismo derechizado (italiano, alemán y español). Al margen de esta catarsis, no hay autonomía histórica posible. El inventor del término "autonomía histórica" y fundador del partido Izquierda Nacional-IN, Laureano Luna, ha puesto en evidencia las carencias de las que estamos hablando al pretender construir un sistema filosófico que, una vez más, desemboca en los obsoletos conceptos de dios y raza. Con ello, más que la innovadora doctrina de izquierda nacional que recuperara, depuradas, las esencias filosóficas del programa de 1919, constrúyese el epítome ideológico del fascismo derechizado.

No se trata de dejar atrás el fascismo por una cuestión de interés táctico. El fascismo debe ser efectivamente superado por la crítica filosófica a fin de promover un genuino proyecto nacional-revolucionario, movimiento de masas capaz de levantar a Europa en medio de sus ruinas espirituales y, pronto -muy pronto-, materiales (extinción demográfica). Si no se superase el fascismo de manera veraz, entonces el fascismo, en su versión predominante, derechizada, criminógena, permanecerá latente en todas las organizaciones patrióticas, las cuales, no lo olvidemos, se conciben a sí mismas como partidos de ultraderecha, cristianos y hasta filosionistas. El grado de degeneración al que ha conducido la perseverante ignorancia con respecto a Heidegger tiene estas consecuencias: los vínculos doctrinales entre el nazismo y el sionismo, que hasta la publicación de la obra de Lenni Brenner habían permanecido ocultos, obtendrán de aquí a poco carta de naturaleza en el terreno político. Semejante abyección será el resultado final inevitable de la negativa a seguir el camino trazado por ENSPO para los NR en los años ochenta del pasado siglo. !Cuánta miseria nos tocará todavía contemplar en las próximas décadas hasta que los camaradas NR perciban, por fin, que no hay otra salida del gueto ultra que el "retorno" al fascismo de 1919, es decir, el rescate de los contenidos axiológicos izquierdistas y ateos sobrehumanistas que sustentaron el programa del 13 de mayo! Pero, aunque pocos nos escuchan, aquí estamos, nadie podrá decir que no fue advertido: llevamos 30 años clamando en el desierto. Mil veces seremos apuñalados por la alevosía católica de la extrema derecha, mil veces volveremos a enarbolar El Anticristo de Nietzsche como estandarte, como culminación de la tradición filosófica occidental, como precipitado de una conciencia histórica potencialista que quiere desembarazarse al fin de Yahvé, como voluntad indomable que aspira a liberar, de manera definitiva e irreversible, el solar histórico europeo de los valores abrahamánicos que lo devastan desde hace milenios.

Todo ello para que la razón luzca, por fin, con toda su fuerza y sin concesiones a las "necesidades" psicológicas del "hombre"; para que la verdad de la muerte haga, de una vez para siempre, acto de presencia ante nosotros.  Sea.

Jaume Farrerons
La Marca Hispànica

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